que echado a arreglar se pierde
como un artefacto sin garantía
subiendo así la colina de día
y la casa del centímetro izquierdo
del ojo dormío
se abre para sentir el sueño profundo
bajando así el coche de noche
las peras, los libros
rechinan un ruido
en astucia que el poeta
no entiende
andando con los pies al frío
el declama
como tanto enredo
en una hoja blanca y mezquina
esos malditos cuadros de melodía
esos ojasos que sueñan mapuchitos
esas plazas que cantan siempre
sonriente
la enorme alegría
que hay en un corazón de agua confitada.
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